martes, 19 de agosto de 2008


La acusación de la Corte estadounidense, según la cual los millonarios movimientos de droga se hicieron “directamente o a través de un tercer país en Latinoamérica”, forma parte del extenso prontuario que tienen las organizaciones transnacionales del narcotráfico en los mares de América Latina. Según lo destaca el más reciente informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (Jife), el 90 por ciento de toda la cocaína producida en América del Sur es objeto de tráfico marítimo, a través de las aguas del Caribe y el Golfo de México. Basándose en las investigaciones que las autoridades han adelantado a partir de las capturas en alta mar, el comandante general de la Armada de Colombia tiene una conclusión tajante que coincide con las acusaciones estadounidenses. En una entrevista con este semanario, el almirante Mauricio Soto Gómez dijo que esta droga tiene dos orígenes: “algunas organizaciones de autodefensas ilegales asentadas en la Costa Caribe y otras de narcoguerrilla como las Farc, en la costa del Pacífico”.En el último año, solamente las unidades de la Armada colombiana incautaron 77 toneladas de cocaína y retuvieron 500 embarcaciones. “Es una cantidad muy alta; fueron casi dos embarcaciones diarias; pero eso solamente representa aproximadamente el 35 por ciento de lo que sale de Colombia”, dice Soto. La ruta blancaEl mar es el escenario más favorable para el narcotráfico. Para llevar la droga desde Suramérica hasta los Estados Unidos y algunos países de Europa, los traficantes utilizan dos grandes corredores. El primero se dibuja a lo largo de las costas mexicanas y de los países centroamericanos, tanto en el océano Atlántico como en el Pacífico. Según las autoridades, por esta ruta circula el 70 por ciento de todos los cargamentos que se transportan por los mares del Hemisferio.México es el punto de convergencia de la mercancía procedente de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Una vez en ese país, casi toda la droga es llevada hacia Estados Unidos a través de la frontera terrestre. Ya un reporte de las autoridades norteamericanas sentenció que así como Colombia constituye el mayor punto de embarque de drogas en Latinoamérica, México es el principal país de tránsito entre la América del Sur y la del Norte. El otro gran corredor está en el Mar Caribe. Se extiende desde las costas de Colombia, Venezuela y las Guyanas hasta las Antillas. Por esta ruta, la droga es llevada hacia islas como Jamaica, Cuba las Bahamas, Puerto Rico y República Dominicana y, luego, en un segundo trayecto, hasta algún puerto de los Estados Unidos. Las autoridades estiman que solamente el uno por ciento de los cargamentos de estupefacientes llega en un solo recorrido desde el sur hasta Norteamérica. El inventario de las operaciones de interdicción marítima en los últimos años refleja un creciente desplazamiento del tráfico de drogas desde las aguas del Pacífico hacia las del Mar Caribe. Según la Armada de Colombia, la explicación estaría en factores como la disminución de los cultivos ilícitos en el suroccidente colombiano y el aumento de las operaciones conjuntas que las autoridades de varios países adelantan para cerrar el cerco. Según el almirante Soto, la cooperación internacional no solamente se traduce en el intercambio de información y la capacitación de oficiales y suboficiales que se encargan de detectar los embarques, sino también en el escenario de las operaciones diarias. “Básicamente tenemos acuerdos con Estados Unidos. También hay acuerdos de inteligencia con México y Panamá, y en este momento estamos tratando de adelantar otros pactos con algunos países europeos, especialmente Holanda, para reforzar el patrullaje en el Caribe”. ‘Mulas’ de agua saladaAproximadamente el 70 por ciento de la droga que circula por las aguas del Caribe se mueve en lanchas tipo Go fast. Son embarcaciones rápidas, de tres o cuatro motores fuera de borda, que tienen la capacidad de recorrer en unas 13 o 14 horas el trayecto que hay entre las costas colombianas y cualquiera de las islas caribeñas. Usualmente estas lanchas transportan una o dos toneladas de cocaína, pero pueden llevar hasta cuatro. Ya en el Pacífico, las distancias son mucho más largas. Por eso, y aunque también se interceptan Go Fast repletas de droga, los traficantes prefieren embarcaciones pesqueras que alcanzan a llevar ocho o nueve toneladas de alcaloides camufladas en su interior. “Esto es lo más común, pero la droga también se mueve en buques cargueros que llevan grandes contenedores de carga, aunque en una proporción mucho menor”, explica el comandante de la Armada. Las Go Fast se mueven con la complicidad de la noche y sus viajes suelen comenzar desde el anonimato de cualquier ensenada y no desde los puertos. Según el almirante Soto, esa es justamente la mayor dificultad para ubicarlas e interceptarlas: “Por eso es que para llevar a cabo operaciones de interdicción exitosas se necesita una ardua labor de inteligencia y también una dispendiosa tarea de vigilancia que hoy en día se hace con la ayuda del patrullaje aéreo”.Desde el aire, una Go Fast que lleva varios barriles de combustible a la vista, un compartimiento central y cuatro tripulantes se ve como una posible ‘mula’ del narcotráfico. En las aguas del Pacífico su destino no es llegar a tierra sino cargar una embarcación mayor en alta mar. Aún así, el combustible suele faltarles a mitad de camino, condición que ha generado otro negocio rentable para otro tipo de traficantes: “Allí hay embarcaciones dedicadas a vender ilícitamente combustible en alta mar”, comenta Soto. Y el precio de ese tipo de combustible se multiplica tanto como el de la droga a medida que aleja de la costa. Por ejemplo, un galón de gasolina en Buenaventura (puerto colombiano sobre el Pacífico) vale dos dólares. Pero ese mismo galón, dos millas mar adentro, puede llegar a valer 30. Infiltrados en grandes naves Uno de los hitos del narcotráfico marítimo en la historia reciente del Hemisferio despertó a los colombianos el 16 de abril de 2004, cuando los medios registraron el hallazgo de 26 kilos cocaína y 1.428 gramos de heroína a bordo del ARC Gloria, buque insignia de la Armada nacional. El revuelo fue tal, que ese mismo día la Presidencia de la República dio la orden de suspender a la totalidad de sus tripulantes y detener toda actividad de la nave hasta encontrar responsables.En ese momento, la tripulación estaba integrada por 75 miembros: 14 oficiales (incluido el capitán); 49 suboficiales; 5 infantes de marina y 7 civiles. Un mes después ya había capturados y para el 12 de junio siguiente la nave pudo zarpar nuevamente. En esa oportunidad, el presidente Álvaro Uribe dijo que cada tripulante debía ser “una cortina de hierro contra la delincuencia, para que a esta insignia de la Patria jamás la vuelva a manchar la delincuencia”. La más reciente noticia sobre el caso se produjo este año. En la primera semana de marzo, la Fiscalía General de la Nación llamó a juicio a cinco particulares que estarían vinculados con el hallazgo de la droga dentro del tanque de enfriamiento del ARC Gloria. De acuerdo con la investigación, el cargamento que logró infiltrarse en el buque provenía de la ciudad de Cúcuta.Otro sonado caso ocurrió en junio de 2002, con la captura del Winner, un carguero procedente de Cuba que se dirigía a costas españolas, cargado con acero fundido y unas dos toneladas de cocaína que habría recogido en alta mar. La embarcación fue interceptada al suroeste de las Islas Canarias por la Marina de Francia, como resultado de una operación conjunta en la que también participaron las autoridades de Estados Unidos, Grecia y España. En esa ocasión solamente se pudo recuperar una caja con 90 kilos del alcaloide, pues los 12 tripulantes capturados habían diseñado todo un plan para arrojar la carga al fondo del océano. Pese a que casi toda la droga que sale a las aguas se embarca en alta mar, muchas de las incautaciones se hacen con las embarcaciones aún en el puerto. Por eso, en países como Colombia, la marina debe trabajar en coordinación con las autoridades en tierra. Ejemplo de ello son los programas especiales que funcionan en puertos como el de Cartagena, con el auspicio de los Estados Unidos, para controlar el tráfico. Específicamente en Colombia, muchas de estas operaciones de interdicción marítima forman parte del controvertido Plan Patriota, en cuyos objetivos primordiales está el de neutralizar las finanzas de las organizaciones narcoterroristas. La consecución de recursos se ha ido ampliando poco a poco. Hace dos años, el gobierno colombiano adquirió nuevos aviones de patrullaje marítimo que tienen la capacidad de volar más de ocho horas continuas y están provistos de todo tipo de sensores para localizar las embarcaciones con droga en alta mar. No obstante, al menos en la opinión del almirante Mauricio Soto, los recursos aún son insuficientes y todavía es mucho lo que falta por hacer. “Hemos avanzado mucho con la cooperación de Estados Unidos y otros países, pero si los medios fueran realmente suficientes, el número de decomisos sería mucho mayor”, concluye el Almirante.

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